Ya estamos en la segunda parte, minuto tres del tercer cuarto; el equipo no está defendiendo del todo bien y sólo gana por cinco puntos. Suena la bocina, el entrenador pide cambio, miro a la banda y veo en pie a “Masacre”, Draper y Darden listos para entrar en pista. Pienso -uff, empieza la marcha-
A partir de ese momento en la cancha
sólo se ve un mar de brazos agitándose, choque de trenes, duros bloqueos,
ayudas en defensa, tapones en las alturas, rebote cerrado…El equipo rival no ve
un hueco por donde pasar el balón o tirar a canasta y las dudas en su cabeza se
multiplican; los Tres Mosqueteros trabajan a destajo en equipo. Por muchos
contrarios que salgan a su paso o maliciosas emboscadas preparadas por el
entrenador rival siempre salen airosos. Son leales, compañeros y amigos y
sirven a un Rey: al “Real” Madrid. El partido da un giro total, el parcial en
este cuarto es de 17-4 y el equipo se pone en una cómoda ventaja de 18 puntos.
Encuentro finiquitado.
Cuando Alejandro Dumas allá por 1844
publicó su novela más famosa, la cual ha sido llevada en numerosas ocasiones a
la gran pantalla, nunca pudo imaginar que 170 años después, aparecerían sus
mosqueteros en carne y hueso reencarnados en jugadores de baloncesto. Este es
mi pequeño homenaje a los tres jugadores norteamericanos de raza negra que
militan en la plantilla del actual mejor equipo de Europa; tres jugadores que
lejos de buscar sólo el lucimiento personal, tienen en su cabeza el concepto de
“equipo” como medio para conseguir los objetivos, y que desde luego todavía
siguen haciendo honor y demostrando día a día que el famoso juramento de unión
y auxilio mutuo “uno para todos y todos para uno” nunca pasará de moda.
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