Lunes, 13 de enero de 2014
“Estreno”
LA GRAN BELLEZA
(2013) Italia
La grande bellezza
Director: Paolo Sorrentino (142 min.)
La grande bellezza
Director: Paolo Sorrentino (142 min.)
Ilustración de Robert Nippoldt |
Desde que al comienzo de la pasada década debutó en el
largometraje con L’uomo in più
(2001), el italiano Paolo Sorrentino no ha dejado de escalar en el
reconocimiento europeo de crítica y público con marcada presencia en festivales
de prestigio y películas que despertaban interés y vislumbraban el talento del
director como en las posteriores Las
consecuencias del amor (2004) o Il
divo (2008), de la mano de un actorazo como Toni Servillo. Su posterior
trabajo, Un lugar donde quedarse
(2011) fue una coproducción europea que protagonizó un Sean Penn con espíritu
adolescente emulando a Robert Smith y preludio de La gran belleza. Con algunos directores como él, se atisba el
resurgimiento de un cine italiano que fue referencia durante las décadas de los
40, 50 y 60 además de importante referente cultural de la vieja Europa.
El eje central de La gran belleza es Jep Gambardella (Toni
Servillo), un frustrado escritor al cual la inspiración lo abandonó con su
primer y único libro que acaba de cumplir los 65 años. Es verano en la ciudad
de Roma y una serie de artistas, nobles, periodistas, mafiosos, intelectuales y
prelados mantienen una serie de relaciones inconsistentes en villas y palacios.
Jep es un nostálgico que acude con espíritu crítico e indolente a estas
fiestas, deseoso de encontrar gente interesante.
El protagonista Jep Gambardella es un crítico de arte y
literario, que en ocasiones también hace labores de periodista para su amiga
Dadina (Giovanna Vignola), jefa y editora de una exclusiva revista. El
realizador de La gran belleza no deja
títere con cabeza presentando a unos personajes decadentes y trasnochados de la
alta sociedad italiana, focalizando su atención en Jep Gambardella y la
extravagante troupe de la que se rodea. Hay un notable espíritu crítico en el
tono de la película mostrando una sociedad italiana carcomida, extensible a una
buena parte de la europea que sólo sabe sobrevivir chupando de la gran teta del
Estado con cada vez más personas bajo el umbral de la pobreza, además de
mostrarnos a una intelectualidad y progresía que ya no son referentes de nada. Las
reflexiones de Marco Tulio Cicerón de hace más de 2.000 años que adivinaban el inicio
del declive del Imperio romano han caído en saco roto.
El director encaja de manera ejemplar portentosas escenas muy diferentes entre sí para componer un
gran mosaico de una Roma 2.0 que como muestra de ello, servirían ejemplos que
van desde la vorágine de la secuencia inicial de la fiesta y sus gentes
bailando desbocadamente música dance, en contraposición al intimismo del
momento en que Jep y la bella Ramona (Sabrina Ferilli) se regalan un paseo por
sitios prohibidos de la ciudad a través de recónditos y majestuosos escenarios.
Es incuestionable la importante influencia en el film de películas como La dolce vita (Federico Fellini, 1960)
en su noctámbulo itinerario por la capital italiana, de El año pasado en Marienbad (Alain Resnais, 1961) en la brillante
secuencia de apertura o La aventura
(Michelangelo Antonioni, 1960) en las escenas de la isla que rememoran la
mocedad del protagonista. En La gran
belleza hay una evidente influencia del cine de Fellini, sí, pero Visconti también
está presente gracias a su trasfondo sociopolítico de la alta sociedad italiana.
Admito que no puedo
ser imparcial en una película que tiene a Roma como escenario, por conocerla y
ser un enamorado de esa ciudad por distintos motivos. Ofrece la oportunidad de
contemplar perspectivas únicas del Coliseo Romano e insólitas imágenes de desconocidas
localizaciones de la gran urbe, pero el principal responsable de la cuadratura
del círculo es Paolo Sorrentino que se sitúa como uno de los principales
realizadores del cine europeo contemporáneo y alcanza con La gran belleza una obra de arte fascinante, que impacta y
trasciende a modas o etiquetas como los grandes clásicos. Jep Gambardella hace
de cicerone en el descenso a los infiernos de la ciudad capitalina que ha
perdido sus referentes espirituales y culturales. El director napolitano muestra
además su enorme talento filmando la muerte de un personaje femenino de la
manera más hermosa y elegante que uno recuerda haber visto en una sala de cine.
Una metáfora de la Ciudad Eterna. (10/10)
Fernando Rodríguez
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